Era
una niña marcada por el recreo de párvulos, donde me limitaba a
comer mi bocadillo de salchichón y a mirar cómo jugaban las demás
niñas. Era aquella que pellizcaba a mi hermano mayor y decía un “te
odio” profundo cada vez que invadía mi terreno, y después, con
profunda devoción me confesaba ante el mismo Dios de las
barbaridades que le hacía y decía a mi hermano.
Era un delfín a contracorriente, la balanza inestable entre papá y
mamá, el ojo derecho de mi abuelo, el diccionario enciclopédico de
las diminutas palabras de mi hermano pequeño; era la eterna 21, la
fundadora de la mariposa errante, la amiga de la caracola loca que
saltó ocho pisos y cayo de bruces. Era una flor de abril a la que le
costaba desenrollarse para dar a conocer toda su belleza, que cuando
abrió del todo no reconocía que era bonita.
Ahora
soy el espectro de aquella luz, que ha pasado por experiencias que
mejor sean en parte ignoradas: de vez en cuando soy el día más
brillante y otras veces la noche más oscura. Soy en apariencia un
pájaro libre, pero tengo el ala herida. Atravieso medio mundo medio
volando, dejando pasar la felicidad por el dolor. Pero éste se
ausenta cuando un mar en calma se proyecta en la faz del amante
guerrero, que me cuida como un perro a su dueño y viceversa.
Entre
bromas y veras, soy jugadora de la vida que tiembla cuando gana, la
ganadora de pan que da dinero a los ricos, la ricachona de temores
tratada de señora, una señora muy señoreada que siempre va en
coche y no se moja nada, la lengua del camaleón atrapa-sueños.
Siempre
he pensado que soy de esas hojas de otoño que se arremolinan con el
viento, dando vueltas sin parar sobre un mismo eje, porque mi vida es
concéntrica y mi pensamiento se repite en círculos viciosos que no
llevan a ninguna parte hasta que amaina el viento, esparciéndose
las hojas por un jardín hecho a mi medida, donde el jardinero de mi
recreo las recoge con paciencia para limpiarlo de hojas secas, sin
vida. Pensándolo bien, la existencia es así: se tienen que desechar
ideas viejas, agotando la resistencia del giro, para dar lugar a
otras ideas innovadoras. Así es mi vida, menos que más acelerada.
1 comentarios:
Proyectar los quehaceres de la vida hacia afuera en la medida de lo posible.
Hay una frase que dice que “la vida es lo que pasa mientras hacemos planes de futro” que algunos atribuyen a John Lenon, y que yo no lo hago por si acaso. Pero es cierto; la vida es la acción de tener algo entre manos. No debemos preocuparnos sino ocuparnos que también hemos dicho otras veces.
He tenido algunas veces la ocasión de ver las condiciones de otras personas que se encuentran en circunstancias (de salud) similares, y me he dado cuenta qué generalmente es un desastre la situación familiar que rodea a esta gente, y que no facilita en modo alguno un ambiente favorable. También hay personas que en situaciones semejantes lo sobrellevan con una entereza admirable.
Debemos aprehender de todas las experiencias y sacar lo mejor de cada situación.
Besos.
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