sábado, 4 de enero de 2014

· Un problema de comunicación

 
  Al final de lo que se trata es de entenderse y hacerse entender. Todo se puede reducir a una cuestión de Comunicación.
  Aunque utilizamos en principio los mismos códigos, interpretamos la información que recibimos de forma parcial, clasificándola de manera que encaje con nuestros preceptos y "puntos de vista"; e igual criterio utilizamos para elaborar nuestras respuestas. Filtramos constantemente a través de nuestros prejuicios. Estamos predispuestos y sólo oímos lo que queremos oír. No escuchamos generalmente con atención y comprensivamente. Un ejemplo práctico estaría en una sesión parlamentaria de nuestros políticos en donde la respuesta está elaborada de antemano. Así se explica el estupor y la incomprensión que nos generan habitualmente. Sí, hay que saber escuchar: reduces el ego y estas más en la realidad.

  El vértigo que produce el bombardeo de información y estímulos que recibimos cada instante, dificulta aún más el proceso comunicativo. Creo que hay una incompatibilidad o un difícil ajuste entre la agilidad mental en la respuesta y la digestión, análisis y reflexión de lo recibido. Parece que la comunicación cotidiana va perdiendo en calidad y ganado en trivialidad, limitada como está, por la urgencia de la tecnología.

  Cuando uno es fruto de un sistema educativo en donde no se han primado aspectos como la comunicación en público, ni tan siquiera la capacidad de expresión oral, la exposición de trabajos, análisis, teoremas, leyes... difícilmente podemos aprender un idioma cuando te horroriza abrir la boca por miedo a las mofas de los compañeros de la clase. Un sistema que no me enseñó lo principal: la forma de organizar el estudio, el método de aprender a planificar el aprendizaje. En definitiva aprender a comunicarnos y relacionarnos.
  Podemos escudarnos por tal desaguisado en nuestro carácter huraño, un autismo congénito, dislexia, el daño producido por familias desestructuradas, progenitores dados más al ladrido que a la palabra... Cuando uno ve ejemplos en los niveles comunicativos de algunas familias, se explica mejor desde donde arranca el tema.

  En la manera de desenvolvernos en el ámbito de lo "público o social" esas carencias se pueden enmendar o camuflar con una actitud contemplativa: intentando fruncir un poco el entrecejo reflexivamente (sin parecer estreñido), uno parece más "interesante" callado observando el panorama. Todo esto se teatraliza hasta el infinito en las redes sociales, donde se ensaya una y otra vez las poses "güais" en la webcam o la suplantación directa de la imagen real por el mito encubierto.
  La alternativa ...taurina es el uso de una "frase socorrida" a modo de capote dialéctico: si ésta tiene una connotación humorística te puedes convertir en un banderillero solvente. No necesitas argumentar cuando puedes sentenciar y quedarte tan pancho cerrando cualquier posibilidad a la réplica. Distinguir, contrastar, rectificar no son costumbre en estos ámbitos.
nota: Mírense las diatribas entre Don Quijote y Sancho por el abuso de los refranes del último y las recriminaciones del primero por tales simplezas.

  Para amansar que no amasar, os dejo con una selección de coplas de ayer y de hoy realizada con cariño y voluntad de comunicar aunque sólo sea emociones. ¡Salud!

· Selección socorrida de Hoy

· Una diversión de traca


  Uno de enero de un nuevo año. El día nos recibe con un cielo gris plomo que no es para mi ninguna contrariedad. Hemos disfrutado años atrás comienzos de año con días radiantes y "limpios" y después de un otoño árido, que esperemos no barrunte ciclos de sequía pertinaz, debe de caer agua aunque sea sólo como baldeo de los restos del año anterior.

  Lo que realmente me crispa los nervios es el incesante y constante petardeo. Y no me refiero a los programas de carnaza y vísceras tipo Jorge Javier, sino al derroche de pólvora utilizada desaprensivamente con no se qué fines lúdicos. Esas detonaciones que junto con la marcha pseudo-militar Radetzky -ya sin gracia y deslucida desde que no la presenta Fernando Argenta y donde se dan cita los nuevos ricos del mundo emergente que se lo puedan permitir para fardar socialmente-, te trasladan a un escenario irreal más parecido a algún conflicto bélico tipo guerra de los Balcanes o Líbano, que a una  alegre celebración.
  Nos vemos afectados sanos, enfermos y personas con padecimientos nerviosos de tal disfrute. Y no es un síntoma de envejecimiento sino de mi condición de cascarrabias; siempre me han  "reventado" éstas costumbres chino-levantiscas.

Estoy convencido de que hay formas más excitantes y divertidas de entretenerse que los petardos y el fútbol, pero creo que a mis conciudadanos les ocurre lo que en política: votan para que los otros no gobiernen, es decir traído al tema de la entrada:  se divierten para que los otros no descansen.