sábado, 4 de enero de 2014

· Una diversión de traca


  Uno de enero de un nuevo año. El día nos recibe con un cielo gris plomo que no es para mi ninguna contrariedad. Hemos disfrutado años atrás comienzos de año con días radiantes y "limpios" y después de un otoño árido, que esperemos no barrunte ciclos de sequía pertinaz, debe de caer agua aunque sea sólo como baldeo de los restos del año anterior.

  Lo que realmente me crispa los nervios es el incesante y constante petardeo. Y no me refiero a los programas de carnaza y vísceras tipo Jorge Javier, sino al derroche de pólvora utilizada desaprensivamente con no se qué fines lúdicos. Esas detonaciones que junto con la marcha pseudo-militar Radetzky -ya sin gracia y deslucida desde que no la presenta Fernando Argenta y donde se dan cita los nuevos ricos del mundo emergente que se lo puedan permitir para fardar socialmente-, te trasladan a un escenario irreal más parecido a algún conflicto bélico tipo guerra de los Balcanes o Líbano, que a una  alegre celebración.
  Nos vemos afectados sanos, enfermos y personas con padecimientos nerviosos de tal disfrute. Y no es un síntoma de envejecimiento sino de mi condición de cascarrabias; siempre me han  "reventado" éstas costumbres chino-levantiscas.

Estoy convencido de que hay formas más excitantes y divertidas de entretenerse que los petardos y el fútbol, pero creo que a mis conciudadanos les ocurre lo que en política: votan para que los otros no gobiernen, es decir traído al tema de la entrada:  se divierten para que los otros no descansen.

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