Aquella que brillaba al divisar el mar en lontananza, hoy no quiere ser farol de cuantos corazones marineros surcan las aguas saladas en su compaña. Presumidilla ella, hoy desdeña al espejo del mar, sin comprender su propia belleza.
Quieta está, como inerte cráter lunar en la inmensidad del cielo y del mar, brillando sin querer brillar, soñando sin querer contar su sueño ni al lucero ni al marinero.
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