sábado, 29 de enero de 2011

• Haydn. Conciertos para tecla: adagios y largos, El dulce equilibrio del clasicismo

El Edificio Sonoro del Piano
La naturalidad, lo más difícil de conseguir en una obra de arte, tuvo su momento de lucidez y esplendor en la creación musical, durante el periodo del clasicismo: entre el reinado del objetivismo de la ciencia del Contrapunto (el Barroco), y el subjetivismo Romántico.
Los conciertos para tecla de Haydn son un ejemplo claro de ésto, al igual que toda su obra camino de evolución y perfección. La música fluye sin descanso pero sin violencias: preside un equilibrio entre la Armonía y la Melodía que rige todo el conjunto. Razón, imaginación y sensibilidad son pilares básicos, pero además está el torrente de pensamientos que corren con fuerza arrolladora, y nos llegan con la misma frescura y encanto que cuando fueron compuestos.  La forma predominante en ellos, como es natural, es la del periodo clásico, más aún si tenemos en cuenta que Haydn sentó y asentó las bases del estilo.
 Toda obra musical se desenvuelve en unas coordenadas temporales impregnadas de las ideas, la evolución y los gustos del momento, y en éste las circunstancias socio culturales se alían felizmente con la genialidad de los personajes -Haydn, Mozart y en cierta medida Beethoven, aunque sea éste último el que rompe hacia el Romanticismo-,  cristalizando en la perfección. Una música o un arte de alto contenido en Valores. La elegante proporción armónica desplegada con toda maestría, lo espontáneo, el dominio de la técnica musical llevada a su máxima brillantez, se consigue en éste periodo. Es el triunfo del equilibrio, la razón y la gracia dando la forma Natural que permanece hasta nuestros días. Después vendrá mucha buena música, pero no tan equilibrada.

Para esta entrada nos hemos centrado en los movimientos intermedios; es decir en los adagios, andantes y largos, que son los que expresan a mi modo de ver, la mayor carga emotiva y despliegue de sutiliza. Además son nuestros predilectos en ésta casa.


Haydn  compuso once conciertos para teclado (Hoboken XVIII). El instrumento podia ser el clave, o el piano (pianoforte en la época de Joseph Haydn). En ésta selección hay también algunas adaptaciones para arpa, órgano y violín.

El espigado aspecto de las teclas
+De Joseph Haydn en Vericuetos:
Dos sensibilidades: Haydn Concierto para Violonchelo No. 1 en Do mayor.

· Joseph Haydn y el cuarteto de cuerda.

2 comentarios:

José Manuel Guerrero C. dijo...

“La naturalidad, lo más difícil de conseguir en una obra de creación humana,”

Y dices bien, somos tan patosos y se nos vuelve todo tan cuesta arriba con esta fatigada y plúmbea carcasa que llevamos arrastrando por la vida y con la que tenemos que lidiar día a día, que se nos hace misión casi imposible revestir nuestros actos de un barniz nacido de la exposición al sol de la ley natural, esa que dicta al ser humano que la naturaleza posee unas reglas, unas normas, y por lo tanto debemos atenernos a su cumplimiento o podemos estar abocado al fracaso.

Haynd se movia como pez en el agua en la naturalidad de su arte. Lo difícil lo hacía fácil.

Locuaz dijo...

Qué magníficos son los conciertos para teclado del maestro Haydn. Conectas en el acto con el sentimiento y la sensibilidad que movió a componerlos. Están más vivos que nunca. Se le podría dedicar un comentario digno de la mayor alabanza a cada uno.
Te recomiendo por ejemplo el Adagio del nº 1 en do mayor (Hob XVIII) que tiene un desarrollo de quitar el hipo de un refinamiento tan claro y diafano que estás directamente en el séptimo cielo.
O por ejemplo en Adagio del nº 12 en do mayor (Hob XIV) que tiene una luminosidad interna magnifica, no velada por ningún amaneramiento circunstancial, y que no se sabe bien de donde proviene pero que es un portento de gusto. La Alegría y serenidad del medio tiempo.
O por ejemplo en Adagio del nº 9 (Hob XVIII) con su tonalidad menor que por momentos parece una polonesa de Chopin.
O el Largo Cantabile del nº 3 en fa mayor (Hob XVIII) de un preciosismo tan ponderado, que como dice Curro Romero: “parece se detiene el tiempo”…
A deleitarse tocan.
Abrazos desde el postramiento de un trancazo de aupa.

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