martes, 8 de mayo de 2012

· Pequeña Historia de Una Vida


Era una niña marcada por el recreo de párvulos, donde me limitaba a comer mi bocadillo de salchichón y a mirar cómo jugaban las demás niñas. Era aquella que pellizcaba a mi hermano mayor y decía un “te odio” profundo cada vez que invadía mi terreno, y después, con profunda devoción me confesaba ante el mismo Dios de las barbaridades que le hacía y decía a mi hermano.
Era un delfín a contracorriente, la balanza inestable entre papá y mamá, el ojo derecho de mi abuelo, el diccionario enciclopédico de las diminutas palabras de mi hermano pequeño; era la eterna 21, la fundadora de la mariposa errante, la amiga de la caracola loca que saltó ocho pisos y cayo de bruces. Era una flor de abril a la que le costaba desenrollarse para dar a conocer toda su belleza, que cuando abrió del todo no reconocía que era bonita.
Ahora soy el espectro de aquella luz, que ha pasado por experiencias que mejor sean en parte ignoradas: de vez en cuando soy el día más brillante y otras veces la noche más oscura. Soy en apariencia un pájaro libre, pero tengo el ala herida. Atravieso medio mundo medio volando, dejando pasar la felicidad por el dolor. Pero éste se ausenta cuando un mar en calma se proyecta en la faz del amante guerrero, que me cuida como un perro a su dueño y viceversa.
Entre bromas y veras, soy jugadora de la vida que tiembla cuando gana, la ganadora de pan que da dinero a los ricos, la ricachona de temores tratada de señora, una señora muy señoreada que siempre va en coche y no se moja nada, la lengua del camaleón atrapa-sueños.
Siempre he pensado que soy de esas hojas de otoño que se arremolinan con el viento, dando vueltas sin parar sobre un mismo eje, porque mi vida es concéntrica y mi pensamiento se repite en círculos viciosos que no llevan a ninguna parte hasta que amaina el viento, esparciéndose las hojas por un jardín hecho a mi medida, donde el jardinero de mi recreo las recoge con paciencia para limpiarlo de hojas secas, sin vida. Pensándolo bien, la existencia es así: se tienen que desechar ideas viejas, agotando la resistencia del giro, para dar lugar a otras ideas innovadoras. Así es mi vida, menos que más acelerada.