miércoles, 4 de abril de 2012

·Y ahora..., Capillitas Cruz Campo: Ninguna Samba que valga

Tabla periódica de magdalenas
Un momento de brillantez "amateur". Era cuando Antonio conseguía conmoverme con una emoción particular, enigmática y cercana. Puedo escuchar estas canciones con sus secretos encerrados una y otra vez sin que se resienta su encanto. La capacidad de jugar con el lenguaje y retorcerlo. Significados abiertos para provocarme nuevas lecturas  con que fugar el pensamiento. Será porque I Love the Unknown. Será que con la edad lo lógico es una reconversión al orden y lo convencional por no decir trillado.Será. Ya se sabe; la profesionalización es lo que tiene: lo que por un lado se gana por otro se pierde.

Ahora todo es rumba, chachi..., Maracaná que decía Silvio en otro contexto.

El autor del vídeo ha captado con acierto el sentimiento y ambiente que destila la canción.
Hay una ley para anémonas precipitadas 
sobre la tabla que periódica se te aparece.
Sí, es la túnica de moda,
no podrás seguir las ondas.

¿En qué casilla perdió el dado un ruso harto de vodka?
Llegan a casa capillitas con la luz de cruce.
Sí, molestamos en el portal
con bolas de plata.

Los halógenos se escapan,
los halógenos se escapan.

Llegan a Tánger desde varias bases militares.
Él vive en el faro, una dieta a base de ortiguillas.
Ah, ah, la cruz del campo es siempre sana.
Ah, ah, me refería a las actinias.

Me hago un lío si me hablan de ti,
Me hago un lío si me hablan de ti.

¿Dónde está la ecuación de Schrödinger, dónde las pelotas de tenis?
Quise decir la de Slazinger, quizás unas derivadas.
Di a ese de ahí que se calle o va a probar las tierras raras,
va a probar las tierras raras,
las valencias anotadas, las valencias anotadas.
Di a ese de ahí que se calle, que se calle ya.
(A. Luque 2002)

domingo, 1 de abril de 2012

· La calma sale a pasear


El regazo de un sillón deja de ser cómodo para la calma que deseo, y decido echar a andar camino abierto, en busca de paz. Ya dejé la manta que me rodeaba a la hora de la siesta. Ya la tarde cae, tranquila y efímera, como una borla de algodón al posarse sobre una rama. Puedo sentir en el rostro la liviandad del aire, que sopla sin aspavientos, y siento calma, que sale a pasear sin bullicios, sin tropeles que la dejen exhausta. Tan sólo de su naturaleza participo, y siento un sosiego inigualable al pensar en la calma de tu alma.