Me figuro desde aquí las noches cálidas, las farolas que reflejan las luces que iluminan las calles de la ciudad. Esa luz anaranjada que brilla a cada paso, por donde el caminante recibe la pobre brisa que refresca casi sin sentir.
Las callejuelas recalentadas por el sol durante el día, esperan con ansiedad un bullicio agradecido a la hora de la luna. Pasean gentes buscando la brisa a lo largo del río, y la encuentra abrazada a la noche. Para mantenerse lo más fresco posible, toman agua que mana de las fuentes más cercanas.
Pasa el tiempo y las risas fluyen por doquier, contando cuentos de nunca jamás. Se quedarán hasta que la luna desaparezca, sabiendo que el sol espera sin piedad.
1 comentarios:
En Sevilla, una vez que se implanta el régimen del calor, se invierte el hábito cotidiano. En buena medida, se trabaja con el lastre del calor; pero sobre todo se dormita durante el día, bajando la actividad casi como si de una hibernación se tratara. Y la agitación urbana espera a que anochezca para desparramarse por las terrazas de bares, paseos junto al río y lugares que se beneficien del aprovechamiento de corrientes de aire.
Se tiende a trasnochar un poco más para poder disfrutar de la única parte del día en donde el ambiente exterior es más agradable.
Esperemos que éste verano sean las más estas noches. Precioso texto y preciosa la foto.
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