Limón pintado sobre el mantel, donde da sombra el verde toldo, que ondea con parsimonia a la hora de la siesta. Todos duermen, y yo escribo sobre la mesa entre ácidos limones y procuro que estas líneas los dulcifiquen tanto que, cuando llegue la hora de la merienda aparezca algo tan tierno como un bizcocho recién hecho. Mientras tanto la larga espera, como cuando un huevo es picoteado por el polluelo que procura su ansiado primer sorbo de vida y yo intento ignorar el tic tac nervioso de mi reloj y dar el bostezo que no llega. Pero lo prometido es deuda y debo escribir que lo más dulce que existe en esta casa es un niño tunantuelo que hace gracietas sin parar; con mencionar ésto se ha escrito una nube de azúcar.
1 comentarios:
Ay, ¡qué bonito! El polluelo tunantón está ahora dormido y la verdad es que sólo pensar en sus gracietas empalaga, pero sólo a quienes no lo conocen, porque los que lo conocemos babeamos, pero de salado que es!
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