¡Flores, chiquilla, pa poné tu casa bonita! ¡Y mis naranjas con más sumo que ninguna, más durse que el almíbar,... niña,... los caracoles bien gordos pá ponelos en su casuela en cardito y comerselos enteritos con su hierbabuena... aceitunas aliñás con su ajo y su pimiento! ¡Vamos mujé, que te llevas de lo mejó lo superior!¡Tó baratito,oiga!
Así despliega el Manué todo su arte, su tenderete y su mercancía, un tanto tarde a decir verdad porque no le gusta levantarse antes de las diez. Su género es a medias dudoso, pues se sabe que algunos gitanos venden lo que no es suyo... pero eso a las mujeres de su casa le trae al fresco.
La Mari se acerca al puestecillo y se dirige a mí, que estoy curioseando lo gordos que son los caracoles expuestos en contenedores de plástico saliéndose dos sí, cuatro también, y me dice como si me conociera de toda la vida:
-Toíto tó tiene buena cara, y las flores ¿Pá qué te cuento? Gloria Bendita.
-Toíto tó tiene buena cara, y las flores ¿Pá qué te cuento? Gloria Bendita.
Y le dice al Manué:-Buenos días. Me v´í a llevá un ramito de claveles reventones rojos que están presiosos pá la salita de mi casa, pa vé llegar la Semana Santa con mi Jesú der Gran Podé.
-Un ramito pá su Jesú der Gran Podé ¿Qué más le doy, María?
Y dirigiéndose con el dedo índice a la montonera de naranjas dijo:
-Ponme tres kilos de las má prietitas que tengas, que a mi niño le gusta una mijita ácidas como éstas.
-Oootra cosita.
-Una bolsa mediana de olivas, pero méteme de las moraitas, que me gustan a mí pachuchitas...
-Ahí va. Más.
- Y los caracoles ¿Tienen la cáscara dura? porque si se me parten en el guiso me da mucho coraje.
-Sí, mujé- dice er Manué- ¿no ve lo gordos que están? Están pá chuparse los deos. Póngale una mijita de hierbabuena pá que le de gusto. Queda güeno de verdá.
Asombrado de lo resuelta que es la Mari comprando de todo lo que hay en el tenderete me decido a oler los claveles que estaban en el cubo.
-¿A cuanto están?
-A un leurito el ramo, y recién cortaitos de esta mañana.
Verdaderamente no tenían olor ninguno pero no hay que negar que eran vistosos, pero para vistosas las naranjas.
-¿A cuanto éstan?-le digo al gitano oliendo una de las que vi con mejor pinta-.
-Tres kilos, un leuro y medio.
El Manué parte con su navaja una porción derramándose por encima el jugo de la pieza y me la da a probar... ¡Está deliciosa! Tengo el mismo gusto que el niño de la Mari, dulces pero con un toque ácido. Así era. Me trasporta por un instante al sabor de las naranjas de mi abuelo que tenía en el patio cuando yo era una chiquilla. ¡Están riquísimas! o como se dice en argot de cualquier barrio andaluz... ¡Están de lujo!, pero con más gracia, porque a una vecina del norte como yo lo de la venta a voces con un gracejo tan peculiar no se le da bien ni siquiera intentándolo.
-Me llevo tres kilos.
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· Y para muestra un botón de lo que en Andalucía -y en concreto en Cái- se cuece. Les dejo con la Mari: la perfecta cuñá, que no puede tener mas gracia, ni su arte se puede aguantá:
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