Y como lo prometido es deuda:
Comentar que el concierto de Mark K. en la penumbra de una noche fría, húmeda y airada de un miércoles de febrero, estuvo a la altura de mis expectativas. La paz y el sosiego se hicieron con un hueco de intimidad en la noche desapacible.
Tuve la oportunidad de ver a Mark Kozelek creo que en 1998, por la época de “Songs for a Blue Guitar”; y desde entonces hasta lo que escuchamos en el concierto de anoche, ha tenido lugar una apabullante progresión cualitativa en la técnica de la guitarra española de el de Ohio. Éste dominio y maestría le permitió a Kozelek interpretar las canciones de su último trabajo sin escatimar una nota. Las mejores canciones de éste disco sonaron con un seguimiento en su ejecución por mi parte casi místico. Y la cosa encajaba a la perfección: el barroquismo en arreglos y aires de un artesonado español, sosteniendo la cálida tristeza de la crónica de intimidad-yanqui modulada en la voz de Mark Kozelek. No en vano se nota su dilatada experiencia creando siempre su canción-letanía perfecta.
Lo que Kozelek hace con una facilidad sin aparente esfuerzo, es para mí lo más difícil: Cantar de forma limpia y sobria, a veces contenida, aunque entonando perfectamente, y a la vez tocar la guitarra, pero no como mero acompañamiento sino desplegando toda la riqueza de arreglos y matices que escuchamos en el disco. Como decía, me sigue sobrecogiendo la voz de Kozelec. Cuenta con un tono natural de partida privilegiado, vibrante y que llena el espacio; pero ahora canta mejor, más cuajado –en el buen sentido- y eso hace que en momentos especiales, te toque la fibra con hondura. Esplendida "Alesund", añeja "Australian Winter", hermosa "Sam Wong Hotel", "Church of the Pines" ya transformada en clásico de las estructuras melódicas de Kozelek.
La personalidad de Kozelek en su puesta en escena hace que te transmita en muchas ocasiones, un sentimiento mezcla de insatisfacción y de “buff.. tengo que estar aquí, y no tengo más remedio que resolver la papeleta aunque no me guste” o algo así, pero tengo que decir que en ésta ocasión lo vi mucho más maduro, aunque sólo sea por el cuidado y empeño que puso en la ejecución de las canciones: hubo una riqueza mayor, un cuido de detalles y conjunto, en definitiva una seguridad y asentamiento de su arte. Interpretó dos temas de sus inicios como fueron “Katy song” y “Mistress”, y lo hizo recreándolos en clave más íntima pero respetuosa con los originales. ¡Emocionante!
Me sorprendió el ambiente sonoro que conseguía con unos arpegios de velocidad imposible, y que actuaban como capas superpuestas, sensación increíble de varias guitarras a la vez, o un instrumento con el doble de cuerdas –sonaban segundas y terceras líneas de armonía en diferentes planos-, que aumentaban y potenciaban el preciosismo, sirviendo de soporte perfecto, casi de ensoñación a su voz y todo con el único acompañamiento de una guitarra, para más señas española. Contaba después de un tema engarzado con arpegios endiablados, que sentía en los dedos como cosquillas, una especie de hormigueo, después de tal despliegue y que, para descansar del difícil ejercicio, dio pie a comentarios sobre el fumar?…,creo.
Kozelek se ha convertido en el alumno-norteamericano-pop, aventajado y aplicado de Andrés Segovia y Narciso Yepes por establecer referencias obvias. No deja de sorprender y aún más en un concierto de “pop” –aunque no sabría como calificarlo ahora realmente-, la simbiosis que realiza éste hombre entre la tradición singular a su manera del estilo folk americano, muy matizado por la marca de la casa, y la incorporación de la riqueza de las evidentes sonoridades españolas más clásicas. Aun así, los arreglos mas “sutiles”, fueron los que más me llegaron.
La única salvedad que puedo hacer a tan buen concierto, es la sonorización de la guitarra española. Creo que fue un error conectarla por línea en lugar de haberle puesto un micrófono delante como en el flamenco. El cuerpo del sonido desde las notas graves, a las agudas de nylon perdía sonoridad y amplitud.
Por lo demás, una alegría para los tiempos que corren.
4 comentarios:
Joder tío.
Me quito el cráneo ante ésta crónica de una guitarra anunciada. No sé si hice bien pidiéndote que me contaras lo que vieses y escucharas. Ahora me arrepiento más, si cabe, no haber podido ir. Ahora me doy cuenta... en realidad, cago en todo!! no pude ir, punto, no me castigo más.
Seguiré escuchando el disco y cuando nos veamos me cuentas otra vez lo que has escrito hoy aquí, si eres capaz. Porque lo que has escrito refleja tangencialmente bien el hálito de asombro que aún te queda del concierto de ayer. Sí, podrás. Sabes que nos situamos pronto en la escena del hecho, que cuando se habla de música, se para el tiempo y nos sobra todo, menos la birra que espera en la barra.
Nunca tener un blog tuvo más sentido que hoy.
Amigo: sólo he hecho lo que me pediste. He intentado ser lo mas objetivo posible, pero sabes que son ya muchos años escuchando a éste tío; y cuando encima ofrece más de lo que esperabas, pues es un regalo. Mari se emocionó con algunas de las canciones. Nuria agradeció el poder ir.
Claro que hablaremos y comentaremos sobre música, y sobre lo que quieras (divino o humano).
Un abrazo.
Estaría curioso saber qué tienen que decir los ortodoxos de la guitarra española, sobre como un Yanki es capaz de asimilar la música española de guitarra más rancia (en el buen sentido de la palabra, absorbiendo el legado de Joaquín Rodrigo, Federico Mompou, Narciso Yepes o Andrés Segovia y meterlo en un contexto de pop-folk para crea algo nuevo, inédito.
Como cantante la melodía de su voz me deja perpleja, la guitarra la toca con una sensibilidad aguda y más aún a imagen y semejanza de los maestros españoles de los que está bebiendo en este disco, que ya tiene mérito pero... sus modales para con el espectador son un tanto excéntricos porque no termina las canciones con un final fino. Su brusquedad enoja al escuchante y éste se plantea si es altivez, si es dejadez o simplemente cansancio por tocar la guitarra de esa manera tan portentosa. En definitiva, creo que debería depurar ese rasgo que para muchos de los que le siguen es familiar y hasta obvio, pero para los que lo escuchan por primera vez lo pueden considerar como una falta de educación. Simplemente es una reflexión para que reflexione el que le sigue desde sus principios.
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