miércoles, 19 de mayo de 2010

· El violonchelo



Se humedecen mis ojos al escuchar lo que se oye en la lejanía que habla de belleza.

Su sonido melodioso refresca mis oídos como si salpicasen gotas de lluvia en el agua de una fuente. Con suave brisa, entre olivos y retamas, me deleito al escuchar los pasos andantes de un violonchelo que procura elegancia en todo lo que se deja acariciar. Suena una música que cosquillea mi nuca como fina hierba y me estremece como un crujido ronco de madera.


Hasta aquí reconozco su finura, pero mis lágrimas mojan mis mejillas como si no pudiese estrechar del todo su armonía. Intento serenarme por la ignorancia que me apabulla al querer entender la melodía con sus notas entrelazadas y no poder.


De todos modos, al escucharla puedo sentir la fuerza de la naturaleza a mi alrededor, descansando en el sillón de el cuarto de estar.

2 comentarios:

Locuaz dijo...

Se dice que el arte imita a la naturaleza, aunque Oscar Wilde le daba la vuelta al sentido de la frase; pero el sonido del chelo es especial. Más bien es como una evolución de los sonidos que hacen conmoverse al alma, la unión entre voz-lamento-susurro humanos, y sensaciones naturales tales como el viento cuando vibra con lo orgánico…

Nadie debe sentirse ignorante cuando algo bello nos conmueve. Sí, a veces la belleza es la manifestación de algo elevado, pero cuando ésta actúa en el que la contempla o la disfruta (si nos dejamos embargar), es como un estímulo para elevarnos a través del arte y así poder ser un poco mejores.

Lo que has escrito no es más que eso: el reflejo de la belleza en tu persona, y que tú devuelves también con belleza.

Y el que nos acuse de cursis…, quizá sea porque debería dejarse llevar más.

airun dijo...

Si escuchar música clásica (en este caso el violonchelo) y escribir sobre ella y las sensaciones que derivan de su sonido es cursi hace falta valor para esperar algo distinto parecido a las canciones de entrada de muchas telenovelas que ponen en la tele. Me quedo con el sentimiento que no con la cursilería de hablar de amor confuso, ya que describen implícita o explicitamente intenciones sexuales, redundando siempre en lo mismo. Para mí ésto sí que es cursi y además de mal gusto.

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