Ondina repliega las olas con su cuerpo plateado. Merodea por las rocas escarpadas que albergan la morada de su amado. Chapotea alegremente a la luz de la luna, bañándola con su resplandor, reflejando en las aguas las escamas de su lomo. Verde luna y ancho mar en un sereno cielo que se empeña en hacerla brillar.
La sirena se estremece con el canto de su amado, que se mezcla con el murmullo de las olas. La voz de pescador acaricia a Ondina, que se abandona al placer esperado, y vierte en ella su canción de luna al contarle al oído el verso de la calma de la noche.
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