viernes, 11 de diciembre de 2009

· En el camino



El dulce caminar sonroja tu garganta y ríe la aurora en el cielo de tu boca. Danzan tus pasos, saltando de charco en charco y las alondras madrugadoras flirtean de flor en flor.


La lluvia tímida apunta a los rayos de la mañana que empuñan con espadas sus trazos rectos de júbilo. Ánimas verdosas entre las colinas desiguales arrastran su verdor por sendas que conducen hasta la laguna.

La casa de la Madre Naturaleza espera impaciente al doblar el camino sesgado por la pendiente. Largo es el camino, bello el caminar.


1 comentarios:

Locuaz dijo...

Hay a quien le entristece la lluvia. Aquí en el Sur es muy frecuente ponerle mala cara a la lluvia; caen cuatro gotas y se fastidian los planes como si cayeran estalactitas (o -mitas) afiladas. Yo siempre he visto la lluvia como presagio de vida, de alimento, de frondosidad y abundancia de lo vivo que es lo verde.

Los paseos más bonitos que he dado por el parque, han venidos acompañados de esa lluvia serena que cae rítmicamente, ese olor a tierra mojada y esa naturaleza vegetal que reacciona con una gama infinita de aromas y fragancias al contacto con la humedad.
Sigo esperando que llueva.

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