martes, 29 de septiembre de 2009

· El alma de una gota

Me miro despacio en la fuente de cristal y su quietud deja ver mi reflejo empañado sobre el espejo de aguacero que hubo ayer.

Las recientes gotas que cayeron fueron límpidas y joviales como las prematuras nieves de invierno. Gotas caídas para mis ensueños que gracilmente sonaron en el eco nostálgico de aquella música de otoño tardío.

Tal vez muchos creerán que mi capricho me atrapó en la fuente del deseo, pero yo creí entrever en aquél momento el alma de una gota.

1 comentarios:

Locuaz dijo...

Este escrito estimula y refresca los contornos de lo no visible, así como una gota interpuesta en la mirada, aclara la percepción con respecto al aire circundante y amplía nuestro horizonte. Como el primer buen chaparrón de la temporada de lluvias limpia el aire. Es tremendamente sensorial. Nos da pié…nos da alas.

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